En 2018, en medio de la crisis venezolana, una abogada renuncia a su trabajo y migra a Mendoza. Lleva en el equipaje su título, certificados y notas de la universidad. Pero en Argentina decide formarse como chef, el mismo oficio que ejerce su padre en Mérida, a siete mil kilómetros. Marilyn Oviedo y una historia de vida sobre clases medias, gastronomía y cómo reinventarse a la distancia.
La pequeña de ojos verdes se quedó con el uniforme escolar puesto ese día, sin poder ir a clases. A sus siete años escuchó por primera vez que había un golpe de estado y toque de queda. Corría febrero de 1992. En Mérida se vivió una fuerte ola de saqueos, disturbios y represión. El entonces presidente Carlos Andrés Pérez ya tenía al pueblo bajo medidas austeras, presionado por el Fondo Monetario Internacional. El país estaba al borde del colapso.
Tiempo después aquella niña miraba un programa de naturaleza en la televisión. Mostraban el Glaciar Perito Moreno en el sur de Argentina: quedó impactada. El deseo de conocer algún día la Patagonia permaneció hasta su adultez.
Se recibió de abogada en la Universidad de Los Andes a los 22 años. Dos años después se instaló a Caracas, trabajó en un Estudio de Abogados, se postuló y fue seleccionada para formar parte de la Maestría de Derecho Internacional Privado de la Universidad Central de Venezuela. Apenas siendo asistente legal logró reunir dinero para cumplir un sueño.
En el verano de 2011 viajó desde Caracas hacia Buenos Aires, y luego hasta Ushuaia; siguió a El Chaltén, y a El Calafate. Con el rostro demasiado helado para una piel del Caribe, visitó dos veces el Parque Nacional de Los Glaciares, caminó sobre el Perito Moreno, y luego lo admiró desde las pasarelas, amó el crujir del hielo y las majestuosas caídas de las rupturas del glaciar. También paseó por Buenos Aires; quedó encantada y con ganas de volver, se vio en un futuro, casi como en una premonición, viviendo alguna vez en Argentina.
En febrero de 2014, Venezuela vivió una conmoción político-social- económica: protestas, marchas civiles, escasez de productos de primera necesidad, falta de medicamentos, hiperinflación, altos índices de inseguridad. Detuvieron al líder opositor Leopoldo López, y hubo altos saldos de muertos y heridos por la represión del estado. La mayoría de los fallecidos eran jóvenes: Bassil Da Costa, Robert Redman, José Mendez, Génesis Carmona, Geraldine Moreno, Delia Lobo, Anthony Rojas, Adriana Urquiola, por nombrar los casos más violentos.
Dos años después la escala de violencia en el país sigue «in crescendo», mientras tanto ella pasó de un empleo como funcionario público a un cargo de Abogada Senior de un conglomerado de compañías dedicadas al rubro automotriz y de bienes inmuebles mientras, al mismo tiempo comenzaban a escasear repuestos de vehículos y gasolina. Entonces debía caminar largas distancias y hacer varios transbordos para ir al trabajo y volver a casa. Al llegar al edificio donde vivía tenía que subir 14 pisos porque el ascensor había dejado de funcionar.
Preparó sus papeles: título, notas y certificaciones de la universidad, declaraciones juradas de capacitaciones, solicitó la apostilla de todos los documentos a través de trámites on line, como suerte de loterías, también solicitó pasaporte, pero el gobierno le proporcionó una prórroga; es decir un sticker que pegan a la libreta del pasaporte vencido y que solo tiene 2 años de vigencia. Todo estaba listo para irse a Argentina en cualquier momento.
En marzo de 2017 se produjo la llamada Primavera Venezolana y se extendió hasta junio. Se rompió el delgado hilo constitucional, una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia retiró la inmunidad parlamentaria a todos los diputados de la Asamblea Nacional (elegida en el año 2015 y de mayoría opositora al régimen). Estos políticos se volvieron perseguidos políticos y se le extendieron poderes al presidente Nicolás Maduro, violando flagrantemente la Constitución Nacional.
Es evidente, no puede seguir «sobreviviendo» en un país así, la abogada senior no podía hacer algo tan simple como las compras en un supermercado, en estos se hacían largas filas en las afueras, bajo el sol, o bajo la lluvia, ella ahí con sus tacones gastados, a veces en horario de trabajo, correspondía comprar según el terminal de número de documento, muchas veces llegando casi a entrar al establecimiento simplemente se agotaba el producto regulado, a pesar que eran asignadas de forma estricta sólo dos unidades por persona, de lo que se estuviera despachando.
La dieta se componía de lentejas, arroz, pasta, poca carne y lácteos; el queso era caro y los embutidos un lujo. Los vegetales y las frutas también aumentaban de precio. La hiperinflación era un fenómeno de horas, no pasaba un día para que el mismo producto tuviera un incremento de precio; había que aceptarlo, igual que la pérdida de peso corporal. El dinero no alcanzaba, y los ánimos tampoco.
Ella renunció a su trabajo. Pensaba irse por tierra hasta Argentina, como lo hicieron antes una tía que se fue a Chile, unos primos y su hermana que se fueron a Perú, pero su jefa le requirió entrenar a la persona que iba a sustituirla y eso implicaba quedarse más tiempo, entonces le ofreció a cambio un pasaje en avión directo desde Caracas hasta Mendoza. El viaje de la mujer migrante profesional fue a finales de octubre de 2018.
Las despedidas son dagas en el cuerpo. Resumir la vida a un equipaje de 23 kilos, y un equipaje de mano, abrazos y llantos regados en aeropuertos y terminales, lo etéreo de un último beso que se desdibuja sobre el arte cinético del maestro Cruz-Diez, se anuncia el despegue, mira el Mar Caribe por última vez, ésas playas de La Guaira y de fondo el
imponente Cerro Ávila, que separa el mar de la ciudad capital.
Fue un viaje oscuro y no solo por lo nocturno. Aterrizó de madrugada en el aeropuerto de Mendoza y ocupó una habitación mínima por tres semanas, con poca iluminación, sin internet, sin mobiliario. La ropa quedó dentro de las valijas. No tenía cocina ni mesada, ni colchón en la cama. Por suerte ella traía un saco de dormir. La pared tenía humedad y una pequeña ventana, el baño era precario: una estafa.
Muchos migrantes toman el sector gastronómico, ella de niña veía la forma de cocinar de su papá quien es chef, y los deliciosos resultados del oficio. Recordaba que a los 11 años ya era capaz de hacer el almuerzo en casa porque él le había enseñado. Entonces se inscribió para ser chef. Consiguió empleo en una cafetería de un lugar turístico porque habla inglés. No podía trabajar de abogada porque primero necesita obtener el DNI para después solicitar la convalidación del título, y el trámite tarda varios años.
Durante el primer año en Mendoza sufrió una metamorfosis, esto implicó episodios de tristeza, rabia, y soledad, estaba aferrada al pasado. Enfermó varias veces, necesitaba aprender y desaprender, era como un rompecabezas con piezas aún no diseñadas, en pleno proceso, estaba con la herida abierta y el corazón con «delayed». Ahora vive desde lo intercultural, experimenta otras realidades: propias y colectivas. Canta en un coro, es voluntaria en Xumek, una ONG de Derechos Humanos. Este país le brinda momentos de encuentro, con otrxs y consigo misma.
Su propio crecimiento avanza en conjunto con el curso de gastronomía. Cada receta aprendida, cada técnica empleada se aplica a la vida misma, usar los utensilios adecuados, identificar ingredientes, mezclar, medir las cantidades, la necesidad del fuego o del frío, reconocer nuevos sabores, olores y texturas, la reinvención de su ser es su mejor plato, y no para, es un proceso constante y dinámico.
Actualmente, la feminización de las migraciones ha ido en aumento. En Argentina las mujeres representan el 54% de la comunidad migrante, y aquellas que deben reinventarse provienen de distintas áreas profesionales: abogadas, contadoras, administradoras, ingenieras, enfermeras, periodistas, educadoras, etc., que construyen una nueva versión de sí mismas, les toca aprender de nuevo, guardándose sus conocimientos quizás para más adelante.
En enero de 2020 ella ganó el primer lugar en un programa de cocina en la televisión local. Su reinvención iba por el camino correcto, y ése fue el verdadero premio. Admite que, todavía, añora su provincia de montañas azules y que, de alguna manera, aún sigue buscandola en Mendoza. A casi dos años de haber llegado, aun algo le conmueve es cuando le preguntan: ¿Por qué elegiste Argentina?
Julio 2020