Para Gowtham la militancia comunista y las aspiraciones de CEO no se excluyen. Nació en Tamil Nadu, un estado del sur de la India afectado por la política nacionalista del primer ministro Nahendra Modi. Llegó a Argentina con la idea de tener una corta estancia laboral y se quedó tres años. Hoy, busca su destino en Estados Unidos. La historia de un ingeniero especializado en el Che Guevara que decidió perseguir el sueño americano.
El 29 de noviembre de 2018 llegaron a Buenos Aires líderes políticos de todo el mundo para participar de la Cumbre del G20. Uno de ellos fue homenajeado por la fundación “El Arte de Vivir”: Nahendra Modi, el primer ministro de la India que, por primera vez, pisaba suelo porteño.
Ese jueves en el predio de La Rural, y luego de ser presentado como “Un meditador, un yogui y una persona de gran profundidad espiritual”, el primer ministro hindú tomó el micrófono:
– Si nuestra mente está en paz, habrá paz en la familia, la sociedad, el país y el mundo.
Al instante las seis mil personas que participaban del encuentro entonaron a coro “Om”. De todas ellas la mayoría eran argentinas, entusiastas de la meditación y el yoga. Aunque algunos residentes indios también estuvieron presentes, muchos otros no asistieron en señal de rechazo a Modi como líder.
Uno de ellos era Gothwam, un joven de profesión informático muy crítico del primer ministro, entre otras cosas, por su política de imposición del hindi como idioma nacional, incluso en aquellos estados provinciales en los que no es lengua nativa ni predominante. Gowtham porta orgulloso su lengua madre, el tamil, una de las más antiguas del mundo que aún permanece viva. El legado cultural de los tamiles se puede rastrear hasta los habitantes del primer siglo antes de Cristo.
El día en que Modi se presentó en La Rural, Gowthaman ya llevaba dos años viviendo en Buenos Aires. Antes lo habían relocalizado en otros países por motivos laborales, pero esta era la primera vez que su carrera de informático lo llevaba a un nuevo continente. A nivel mundial India tiene una de las mayores poblaciones migrantes viviendo fuera de sus fronteras nacionales, y es el primer exportador de servicios de informática.
Gowtham dejó su hogar en Thanjavur por primera vez cuando terminó la secundaria. Su primer destino fue Chennai, la capital provincial de Tamil Nadu, en el extremo sur del subcontinente indio. Allí estudió y se graduó como informático. Aunque ávido lector y apasionado por la historia, su facilidad para las operaciones matemáticas y las oportunidades laborales que prometía este campo lo llevaron a anotarse en ingeniería. “I want to become CEO of Google”, confiesa. Sundar Pichai, a quien admira, es también originario de Tamil Nadu y ejerce como actual CEO de esa transnacional.
En Chennai vivió el contraste entre la ruralidad y una gran urbe. Si Chennai es una ciudad en la que predominan las industrias de servicios, en el resto de Tamil Nadu gran parte de la población se emplea en la actividad agrícola. En Thanjavur, la familia de Gowtham se sustentaba -y se sustenta hoy- de filas de árboles de cocos y mangos cultivados orgánicamente. Hubo, y todavía hay, temporadas en las que ese sustento merma. Durante su juventud, vivenciar los esfuerzos de sus padres por atravesar los períodos de sequía, pero sobre todo por lidiar con la desregularización de la actividad agrícola, lo llevaron a buscar personas que enfrentaran sus mismas situaciones. Halló a esos pares en la militancia dentro del Partido Comunista. Hoy, años después de graduarse y de formar sus posiciones políticas, para Gowtham la militancia comunista y las aspiraciones de CEO no se excluyen.
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A mediados de 1959, pocos meses después de que el Ejército Rebelde ingresara victorioso a Santiago de Cuba y Fulgencio Batista huyera hacia Estados Unidos, el Che Guevara visitó la India. Para ese momento, ni la mamá de Gowtham había nacido. Él conoció la historia del Che y de la Revolución Cubana gracias a sus comrades del Partido Comunista de Tamil Nadu.
Por eso, cuando le avisaron en 2016 que debería mudarse a 15 mil kilómetros de su hogar, tuvo dos certezas: que iría a la patria del Che y que enfrentaría el desafío del idioma español.
Asentado en Buenos Aires, dependiendo las circunstancias, Gowtham aprendió a intercambiar el “வாங்க வாங்க (Vaanga, vaanga)”; el “Hi, how are you? y el “Hola, ¿cómo estás?”. El tamil – o tamizh si respetamos la fonética de la lengua- estaba reservado para comunicarse con los amigos que provenían del mismo estado del sur de la India.
En el ámbito laboral, cuando debía comunicarse con sus superiores, colegas y clientes, usaba el inglés. Legado del colonialismo británico en el subcontinente asiático, el inglés se impuso en India como idioma oficial y dominante en los ámbitos gubernamental, de la educación superior y en el ámbito corporativo. Aprenderlo antes de ingresar a la universidad no fue tarea sencilla. En una sociedad que tiene estructuras desiguales legitimadas por la tradición – casta, clase y religión son determinantes- acceder a clases de inglés es difícil.
Incluso antes de saber que alguna vez conviviría con hispanohablantes aprendió “un poquito de español”, pero nunca llegó a poder leerlo. Tuvo como instructores a sus pequeños primos que vivían en Estados Unidos y que en la escuela lo estudiaban como “segundo” idioma. Si bien la mayor concentración de hispanohablantes en suelo norteamericano se encuentra en las regiones que fueron colonias españolas del sur y suroeste (Nuevo México, California, Texas y Arizona), hoy más del 6% de los habitantes de Alaska también lo habla.
Gowtham suponía que su estadía en Argentina no sería tan prolongada. Duró tres años. Quería migrar a Estados Unidos pero a comienzos de 2017 Trump ganó las elecciones presidenciales y, aunque no logró construir el muro que había prometido en campaña, sí impuso barreras burocráticas y obstáculos jurídicos a la migración.
Las chances de Gowtham se demoraron. En aquella época su mamá lo animaba: “reza a nuestro Lord Murugan”, le decía. Lord Murugan es, al igual que Ganesha, hijo de Shiva, sólo que no alcanzó la popularidad del dios cabeza de elefante, al menos no en aquellos lugares en los que no predomina la población tamil. Si bien Gowtham sigue los preceptos marxistas, por respeto a las instrucciones de sus padres llevaba siempre consigo la imagen del Dios de la Guerra y Patrón de Tamil Nadu.
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Después de las palabras de Modi, aquella noche del 29 de noviembre la intérprete Patricia Sosa subió al escenario. Antes de cantar, pidió a las seis mil personas que levantaran las manos. Luego le dedicó al primer ministro su canción “La verdad y el amor”:
“Contagiar la fe a quién no puede ver.
Levantando al que se cae, enseñando al que no sabe…
Gritaré, aunque el idioma no entiendas,
Te amaré y entenderás mi canción.”
Convencido de que por medio de técnicas de respiración para “todo público” es posible romper los ciclos de violencia de la sociedad, Modi instauró el Día Internacional del Yoga ante las Naciones Unidas. Sin embargo, en su país el primer ministro es reconocido por llevar adelante políticas abiertamente discriminatorias contra las minorías étnicas, lingüísticas y religiosas.
En Thanjavur, cuando la mamá de Gowtham tiene que usar un cajero automático, sigue las instrucciones que se leen en la pantalla en idioma inglés y que su hijo le ayuda a interpretar a la distancia. Las que se visualizan en hindi, y que reemplazaron las del tamil, no las comprende.
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En 2021 Gowtham obtuvo la visa de trabajo “H1B” e ingresó a los Estados Unidos como “mano de obra calificada”. Él, invocando a la poeta india Kamala Das, se autodefine:
“I am Indian, very Brown, born in Malabar.
I speak three languages,
write in two, dream in one.”
Diciembre 2021