La familia palestina que fue parte del proyecto industrial chileno
Por: Antonia Quezada López – Arte: Santiago Nam
Fundada por una familia de migrantes palestinos, la textil Machasa fue escenario de las tensiones políticas y los modelos socioeconómicos chilenos de casi todo el siglo XX. Nació impulsada por la sustitución de importaciones de los años 30, fue expropiada en los 70 por la Unidad Popular y murió en los 90, cuando la importación arrasó con la producción nacional. Actual sede del canal Chilevisión, el edificio es apenas el recuerdo de la fábrica que fue.
Nosotros podemos ser como anhelamos
De un cielo
A otro semejante
pasan los soñadores.
Mahmud Darwish, “De un cielo a otros pasan los soñadores” (2013).
En un edificio del que solo queda la cáscara de un sueño, en el corazón del centro de Santiago, sobre Avenida Pedro Montt, cerca del Club Hípico, están los estudios y las oficinas de Chilevisión, uno de los canales de televisión más importantes a nivel nacional, hoy propiedad de Paramount Global, que se lo compró a WarnerMedia en 2020. La sigla CHV se destaca al frente de la imponente fachada. Entre altos pilares, una reja separa el espectáculo de la cotidianidad de la ciudad. Fue el 9 de mayo de 2011 que se dispuso el traslado: el canal se mudaría a la ex fábrica textil Machasa, uno de los legados patrimoniales de los hijos de la lejana Palestina, perseguidos y desplazados de su tierra; su tierra santa que hace crecer las hojas de parra y donde la noche cae en los montes de Judea, madre tierra de la tribu de Judá.
El espacio era un papel en blanco para los nuevos intereses económicos: los altos ya no servían para las grandes máquinas, los techos que soportaron grandes chimeneas fueron sembrados de antenas de comunicaciones. El patrimonio pasó a un segundo plano.
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Las primeras olas migratorias de árabes en América se registraron a inicios del siglo XX, tras la invasión del imperio otomano. Los primeros jóvenes en llegar a Chile mantenían contacto con sus parientes en Palestina, les enviaban noticias de que habían conseguido trabajo. Así se expandió la idea de que aquí había un mar de oportunidades laborales, y la población de inmigrantes árabes aumentó.
Entre ellos, estaban Juan, Nicolás y Saba Yarur, hijos de Carlos Yarur y Emilia Lolas. Los Yarur eran árabes cristianos, que vivían del comercio turístico-religioso. Hacia 1912, con la guerra y las tensiones étnicas en los Balcanes, Juan y Nicolás dejaron Palestina para escapar del reclutamiento militar y la discriminación turca contra las minorías cristianas.
Primero probaron suerte en Europa, vendiendo artículos religiosos, hasta que también se desató la guerra en ese continente y se subieron a un barco con destino a América. Habían escuchado historias sobre aquel nuevo El Dorado. No pasó mucho tiempo para que Sudamérica fuese la ruta de los primordiales precursores del comercio y la industria, un nuevo desafío.
Los hermanos Yarur tenían una hermana en Chile y un primo en Bolivia. Llegaron primero a Chile, pero no tuvieron mucho éxito, por lo que se establecieron en la casa del primo y abrieron una tienda en el centro minero de Oruro. Juan Yarur pasó dos décadas vendiendo entre las sierras bolivianas y peruanas. En los comienzos, durante la Primera Guerra Mundial, comerció textiles importados al por mayor; se los compraban los vendedores ambulantes.
Con el fin de la guerra, viajó junto a su esposa embarazada, Olombí Banna Alak, hacia la capital comercial del Perú, Arequipa. Allí conoció a Domingo Said, con quien comenzó a trabajar en la venta de textiles, específicamente para los campesinos indígenas de la zona. Con esta relación comercial, estrechó sus lazos con la comunidad de migrantes árabes que se dedicaban al comercio. La alianza comercial prosperó y en 1920 los Yarur se convirtieron en socios menores de la casa de importación Said en Oruro, haciéndose cargo del mercado boliviano. Nueve años después, se abrió la fábrica de algodón de Said y Yarur en La Paz.
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En 1933, los Yarur y los Said recibieron una invitación. El remitente era el presidente chileno Arturo Alessandri y su propuesta era que ambas familias crearan una industria de algodón en Chile, donde, les prometió, tendrían mayor éxito que en Bolivia. Juan Yarur sabía que tenía una posibilidad de replicar su éxito, contaba con contactos en distintos polos, como banqueros internacionales y nacionales. Llamó a sus hermanos. Estaban a punto de construir algo grande, no había algo que les diera más orgullo.
Sus travesías nómades cesaron para iniciar la producción de algodón chilena, a mediados de los ’30, en una amplia fábrica de Santiago Sur que sus compatriotas radicados en Chile detallaron, en escritos de la época, como una verdadera maravilla arquitectónica. Los trabajadores tenían el lujo de estar en una fábrica moderna, con altas columnas de fierro, pilares de concreto, muros exteriores con grandes ventanales de acero y vidrio esmerilado, chimeneas de concreto armado y un revestimiento interior de ladrillos refractarios.
La Fábrica de Hilados y Tejidos de Algodón Yarur fue un proyecto realizado por hombres que tenían una perspectiva: asegurar el éxito y el progreso con sentido de la responsabilidad y la perseverancia, valores arraigados en las familias palestinas que huyeron de la conquista y dominación turca. La fábrica de hilados y tejidos se volvió una industria insigne a nivel nacional. En sus primeros años, empleaba a 1.000 obreros y obreras, en un área de 55.000 metros cuadrados edificados y 30.000 de jardines. Sin embargo, no era el techo para la familia Yarur. Una de sus mayores aspiraciones era avanzar en la intensificación del cultivo de algodón nacional, con el objetivo de que todo el proceso de producción fuera realizado en Chile: el sueño palestino-chileno.
Juan Yarur falleció en 1954 y uno de sus hijos, Jorge, tomó las riendas del negocio. Para ese año, la fábrica era considerada la principal de su rubro en el país. Y los Yarur, además de ser los primeros empresarios en fundar una moderna planta textil en Chile, fueron también pioneros en utilizar esta industria para la creación de un banco (Banco de Crédito e Inversiones), una herramienta que les sirvió para tomar posesión de otras industrias textiles. Para la década de 1960, la compañía se transformó en la Manufactura Chilena de Algodón S. A. (Machasa), con la incorporación de fábricas de telas de lana controladas por la familia: Textil Progreso, Fabrilana, Bellavista Tomé y FIAP Tomé. Esto fue reconocido por las autoridades políticas de la época como un “monopolio informal” que mantenía altos niveles de producción, con los nuevos métodos de organización laboral taylorista estadounidense, recientemente introducidos en Chile.
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Con la llegada de Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular en 1970, las relaciones entre los dueños y los trabajadores se transformaron. Desde la fundación de la fábrica, los Yarur habían evitado a toda costa la conformación de sindicatos independientes, haciendo alianzas y otorgando tratos preferenciales a los trabajadores que fuesen leales al dueño. En 1971 se formó una asamblea sindical y no pasaría mucho tiempo hasta que la fábrica fuera estatizada como parte del plan gubernamental de expropiaciones.
Allende declaró, ante la asamblea de trabajadores de la industria textil, que venía a hacer patria y que en el comité de dirección de la empresa debía existir participación directa de los trabajadores, que ya no tenían por qué ser esclavizados por un patrón monopolista.
Entonces Machasa pasó a ser escenario de movilización obrera, un símbolo socialista y uno de los primeros conglomerados industriales en ser expropiados. Inclusive, en la fachada de Yarur se observaba esta consigna: “Yarur: Territorio libre de explotación”
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Tras el golpe de Estado que derrocó al gobierno de Allende, la fábrica fue vigilada continuamente por un helicóptero de la Fuerza Aérea de Chile. Ya desde antes, durante el gobierno de la Unidad Popular, agentes del Servicio de Inteligencia infiltrados como trabajadores sindicalizados recopilaban información y espiaban a dirigentes políticos. El espionaje causó estragos. Para los militares, la imponente fábrica fue una medalla de guerra: despidieron al menos a 200 trabajadores y eliminaron toda forma de organización. El Capitán Luis Zanelly, designado como jefe de seguridad militar, estuvo a cargo de interrogar a los trabajadores que habían quedado.
Muchos de los “revoltosos” fueron detenidos, desaparecidos, víctimas de crímenes de lesa humanidad y enviados a campos de concentración. El resto de los obreros, en solidaridad con los caídos, trató de mantener la producción. En enero de 1974, se devolvió la propiedad a los Yarur, como resultado de la alianza entre los militares y empresarios. Pero la expansión de las importaciones extranjeras terminó por arruinar la industria nacional y acabaría con el sueño textil de los hermanos Yarur.
El proyecto industrial que nació con los jóvenes comerciantes palestinos fue escenario de las confrontaciones políticas del siglo pasado, hasta su cierre definitivo en 1990. En 2007, el edificio de Machasa fue adquirido por Bancard, la sociedad de inversión del expresidente y empresario Sebastián Piñera, para el traslado de Chilevisión. En 2010, el grupo estadounidense Time Warner compró el canal. Ocupado por los estudios de WarnerMedia Chile, el escenario había cambiado y los tiempos también.